domingo, diciembre 14, 2008

Estupidez institucional

Lo bueno es que para algunas personas éste concepto no les es extraño, supongo que muchos pensamos que los jefes, al igual que nuestros padres en nuestra adolescencia, de plano no saben para donde van; hay que tener en cuenta que ellos tienen una idea del rumbo que llevan y que deben comunicarlo tal cual a sus subalternos, así como todo estar conscientes que llevan ese objetivo pese a todo.


Tal vez tengamos muy buenas ideas para hacer efectivamente las tareas y cumplir los objetivos, tal vez al jefe no le interesen, pero si no las comunicamos nunca lo sabremos. Pero una cosa es "Puedo proponer nuevas ideas métodos de trabajo" y otra cosa "Por Dios, ¿a qué mugrero vine a parar?" esta vez nos ocupa esto último.

La poca coherencia institucional causa frustración a sus colaboradores, sumen a esto que aquella tenga sus objetivos "bien definidos y documentados" mostrados orgullosamente en la recepción del edificio, sin embargo, a la hora de la ejecución de plano es un saque de onda bastante cabrón. Esto es poco comparado con la mera estupidez insitucional, cuando nos damos cuenta, ya dentro de la misma los horrores teóricos de pendejos que hicieron puñetas quesque creando modelos insitucionales o hablando de ellos como una película que nunca vieron. Las gallinas de arriba no sólo cagan a las de abajo, sino que lo cagan todo a su alrededor, al final las más cagoteadas son las de abajo.

Roguemos pues por modelos y estilos de dirección más consecuentes con los objetivos y valores institucionales que se hayan adoptado. ¡Muera la estupidez institucional!

Au revoir

1 comentario:

Tox dijo...

Yo veo a mi chamba como el proyectito feliz y personal del jefe, puesto que se mete con cada una de las cosas que uno hace, sin poner a cargo a alguien en cada departamento, lo cual hace que el wey pierda tiempo y deje cosas incompletas por donde pasa, lo cual hace menos efectivo todo.

De hecho si quizo implementar eso de "empresa innovadora" pero creo que le vale madres, es así como nos damos por vencidos de que no sirve de nada hablar.